Nuestra historia
🐾 Nuestra historia (contada por Chichi)
¡Hola humanos!
Soy Chichi, el perro más guapo del mundo (según mi madre humana, claro). Os voy a contar cómo empezó todo esto que ahora llaman “boda” y que en casa es más bien: el amor, los viajes y los gatos... muchos gatos.
Todo comenzó un lejano junio de 2019, cuando mis humanos, Iván y Lorena, se conocieron gracias a una aplicación de citas (sí, sí, Tinder, ¡yo lo sé todo!). Tras unos días de hablar, decidieron verse en persona. Y a que no adivináis qué hicieron en su primera cita… ¡se fueron al cine a ver Toy Story 4! A mí no me dejaron ir, pero parece que les fue tan bien como a Woody y Buzz.
Desde entonces, no han parado de vivir aventuras: viajes, dramas, escapadas, helados, paseos, más viajes… ¡y gatos! Muchos gatos.
Lorena tenía dos panteritas negras: Luni y Eduardo, e Iván tenía a Missi, una gata parda con estilo y personalidad. Pero por cosas del destino y de la diplomacia gatuna, no se juntaron. Por lo menos al principio.
Un día decidieron adoptar un gato juntos. Sí, otro más. Nació Manolín, también negro. Y entonces... nació Negrolandia. Más tarde, Missi se unió al grupo. Resultado: cuatro gatos negros y una parda infiltrada. Así que oficialmente la familia pasó a llamarse:
Negrolandia e Infiltrada 🐈🐈⬛🐈⬛🐈⬛🐈⬛
Y cuando pensaban que ya no cabía más amor… ¡aparecí yo!
Un perrete irresistible, con cara de bueno (y culo inquieto). Me llamaron Chichi y en menos de lo que ladra un caniche, estaba viajando con ellos por Portugal, Francia y media España.
(He visto más sitios que algunos humanos en toda su vida, por cierto).
Pero no todo fue perfecto: un día nos dejó Luni, una gatita muy especial. Aunque ya no está, siempre vive con nosotros. En el sofá, en las mantas, en las risas.
Pasaron los meses y apareció una pequeña panterita huérfana. ¡Otra más! Supieron que era una señal.
Lorena quería llamarla Espinete.
Iván quería Eli.
Así que nació la leyenda: Eli Espinete, la negrita con alma de traviesa.
Y así seguíamos todos: viajando, achuchándonos, robando sitio en la cama y dejando pelos en todas partes. Hasta que... llegó el drama: Iván quería pedirle matrimonio a Lorena.
Intentó varias veces, con anillo y todo, y ¡Lorena le decía que no! 😱
¡Encima se quedaba con el anillo! (yo creo que solo lo hacía por las joyas, jeje).
Pero entonces, un día de febrero, Lorena lo sorprendió a él con un gran: “Sí, me quiero casar contigo”.
Iván lloró un poco (lo vi), pero le quedó la espinita… “No ha sido con rodilla, ni con pedrusco”.
Y entonces llegó París.
Conmigo, claro, que si no, no hay historia.
Bajo la Torre Eiffel, con la luna brillando y cero testigos (porque el romanticismo no necesita audiencia), Iván hincó rodilla, sacó un anillo con brilloteo de supernova, y volvió a preguntar:
“¿Te casas conmigo?”
Y esta vez sí, sí y sí: Lorena dijo que sí.
Y aquí estamos: preparando la boda del siglo.
Con amor, con familia, con aventuras…
Y con muchos pelos en el traje ese blanco que dicen que se va a poner.
🐾 Con cariño,
Chichi, el narrador oficial de esta locura.